“BOOMERS”, FERIAS Y CONGRESOS

Un ser humano maduro es un “boomer”
Hoy en dia, a los que actualmente peinan canas o hidratan con mimo sus alopécicos cráneos se les llama “boomers”, por si no teníamos ya suficientes anglicismos infiltrados en nuestras conversaciones diarias. Aunque no se acaba de precisar una horquilla de edades exacta, se acepta como “boomer” a los nacidos entre los últimos años de la década de los cincuenta hasta la crisis energética de 1973. Sin distinción de sexo, claro.
Se trata pues, de un segmento de población muy numeroso. No en vano, el “palabro” de marras desciende de “Baby-boom” el fenómeno demográfico que supuso un espectacular aumento de la natalidad en la década de los sesenta, coincidiendo con el aumento de la calidad de vida y con otras circunstancias de raíces geo-políticas diversas.
Dejaré para los populares amigos de la estadística y para practicantes del “cuñadismo” en ejercicio, las clasificaciones pormenorizadas a que se está sometiendo tan gran volumen de gente para fijarme, exclusivamente, en una porción concreta de la población: el “boomer analógico”.

El vídeo NO mató a la estrella de la radio.
Cuando en 1979 se populariza la canción “Vídeo Killed the Radio Star” el “boomer” actual es un veinteañero que como tal consume música grabada en los soportes habituales de la época, la cinta de cassette y el disco de vinilo. La cinta de cassette permite grabar canciones de la radio y los discos de los amiguetes. Hay conciertos y actuaciones en directo, pero en ese momento se está a años luz de conseguir la gran oferta que décadas después truncará la pandemia. Las visitas de artistas internacionales son escasas, porque en el país aún no existe la infraestructura y los recursos económicos y humanos adecuados que acabarán llegando con el tiempo.
La canción, interpretada por el grupo The Buggles tuvo un éxito notable, pero su premonitoria advertencia no se cumplió: el video no mataría a la estrella de la radio como el cine no mató el teatro, aunque es cierto que la popularización de los equipos domésticos de vídeo, pocos años después, podría considerarse como la última de las revoluciones del entorno analógico y como la puntilla al rudimentario pero entrañable cine super-8.
Por cierto, el videoclip de esta canción, fue el primero que emitió la cadena MTV en su estreno televisivo. Era el 1 de agosto de 1981, unos tiempos en los que la industria del entretenimiento certificaría la excelencia del clip musical de vídeo como eficaz arma de promoción.

Éramos analógicos.
En este orden de cosas, a principios de los ochenta se estrecha el maridaje entre la industria audiovisual y la del entretenimiento con las discográficas al frente. En esa época se acuña y generaliza el término “electrónica de consumo” en el que englobar todos aquellos aparatos eléctricos diseñados para la reproducción de imagen y sonido, tales como tocadiscos, amplificadores, altavoces, reproductores de cinta abierta o de cassette, videocámaras, auriculares y un largo etcétera de accesorios y de otros componentes.
Estamos a pocos años de la gigantesca revolución digital que lo pondrá todo patas arriba, pero el entusiasmo del consumidor de música grabada y en consecuencia, de electrónica de consumo es muy grande. Simplemente, porque entre otras posibilidades y pasando por caja, cualquier jovenzuelo moderno puede hacerse con un equipo de vídeo y dar rienda suelta a su creatividad visual, o convertirse en un “dj” casero con su propia mesa de mezclas para obsequiar a su entorno con cuidadas recopilaciones de canciones pop hábilmente encadenadas.
Recalcar también que las nuevas tecnologías pre-digitales ofrecían una característica primordial que el mundo digital consolidaría: la inmediatez.
A diferencia del aficionado a la fotografía o al cine en 8mm. que debía esperar horas si no días para apreciar los frutos de su dedicación, el videoaficionado o el dj podían disfrutar casi instantáneamente de sus logros audiovisuales. Todo analógico, cuanto más manual, mejor. Fueron años de creatividad a raudales, de maquetas musicales, de vídeos experimentales, unos años de entusiasmo cultural y de imaginación inagotable: éramos felizmente voluntariosos con nuestros cacharros.

¿Vas a ir al Sonimag?
Durante varios lustros, esta fue una pregunta recurrente en círculos variopintos pero estrechamente relacionados con la industria musical y audiovisual. Sonimag se celebraba puntualmente en septiembre durante siete días. La de Barcelona, era una cita ineludible para técnicos, músicos, profesionales de la imagen y del sonido, para aficionados a la música y para comerciantes. Una feria en la que contemplar reunidas, todas las novedades electrónicas primordiales del momento, susceptibles de ser toqueteadas y probadas, era en definitiva, el paraíso para cualquier entusiasta de los ingenios eléctricos.
Las grandes superficies comerciales más o menos especializadas estaban por llegar, de manera que, un escaparate de semejantes dimensiones no tenía competencia y muy especialmente en los mejores años del evento, que acogía en varios pabellones del recinto ferial de Montjuïc a todos los gigantes del sector.
Sonimag fue el marco en donde se presentaron al mercado español los primeros televisores en color, los primeros sistemas de alta fidelidad por componentes, donde se vivió la feroz lucha entre los sistemas de vídeo doméstico (Betamax, VHS, 2000) y donde se presentó en sociedad el disco compacto (CD); el posterior DVD, los primeros teléfonos móviles e infinidad de tecnologías menores pero que en su momento fueron igualmente importantes. No en vano, la cita catalana de la electrónica de consumo se codeaba en importancia con otras prestigiosas reuniones europeas, como la Funkausstelung berlinesa, el Festival du Son de París y el Sim-Hifi Internacional de Milán.
El declive de estos certámenes coincide con la llegada del siglo XXI y paulatinamente, dejan de celebrarse: actualmente en Europa sólo sobrevive la feria berlinesa Funkausstelung.
Para la electrónica de consumo, el modelo ferial se agotó por varias razones y entre ellas la de mayor peso fue la aparición de las grandes superficies multi-marca -al estilo de Media Markt- o la proliferación de la tiendas de barrio bien surtidas de novedades por toda la geografía nacional.
Al “boomer analógico” siempre le quedará el grato recuerdo de esas tardes otoñales de caminatas agotadoras entre stands repletos de tecnologías impresionantes, esas cantidades ingentes de catálogos acopiados, esos bocadillos de salchichas con mostaza genuinos de la feria. Otros tiempos.

Llega la revolución digital.
La sociedad encaró el último decenio del siglo XX con las expectativas puestas en el XXI. A principios de los noventa, la tecnología digital ha entrado en todas partes, en despachos, fábricas y hogares. El microprocesador substituye a lámparas, relés, motores y transistores. Las factorías se equipan con brazos articulados que pocos años antes hemos visto en documentales japoneses. Los ordenadores personales se abaratan, les salen los colores y se apropian de un espacio en las salas de estar de muchos hogares, aunque internet esté aún por llegar.
Ya reina el disco compacto, acaba de lanzarse al mercado el CD-grabable y el “boomer analógico” no entiende nada. De entrada, no entiende el éxito masivo del CD, porque “suena frío, peor que el disco LP”; porque la presentación gráfica del cedé no se puede comparar al impactante tamaño de las portadas de los elepés y porque encima, es caro. Sus amigos, también futuros “boomers analógicos” intentan tranquilizarlo, le dan la razón. Achacan la frialdad del disco compacto a su menor tasa de distorsión armónica; le hablan de compresión, de dinámica, de conversión D/A y de rangos de frecuencias, le dicen que se trata de una moda pasajera y que acabará conviviendo con el querido y aparentemente imbatible, disco de vinilo. Toda esa información, no hace más que acrecentar su angustia, porque en su tienda de discos “de toda la vida” cada vez hay menos elepés y más estanterias con discos compactos y porque su amigo de la tienda le comenta que está al caer la presentación del Digital Versatile Disc (DVD); sistema audiovisual de alta definición que substituirá definitivamente al vídeo casero VHS (Betamax hace años que pasó a mejor vida). Todas las noticias del vendedor serán una realidad en cuestión de tiempo y aunque aún no lo sabe, la tienda en la que trabaja deberá bajar la persiana. El streaming musical (descarga de canciones a través de una plataforma musical) acabará con prácticamente todas las tiendas de discos.
Mientras tanto, en su casa, el futuro “boomer analógico” irá mirando de reojo el tocadiscos de trescientas mil pelas que se compró al cumplir los treinta, escuchando sin interés el enésimo cedé grabado por ese amigo que gracias a una modesta mesa de mezclas, antaño encadenaba canciones pop en cassette y ahora, claro se ha digitalizado. Leerá un artículo en una revista de divulgación tecnológica (revista que como otras tantas, pronto desaparecerá) que la cuestión de la “obsolescencia programada” no es una leyenda urbana sino un mecanismo para finiquitar la vida de un ingenio digital a partir de un microprocesador diseñado a tal efecto. La eutanasia electrónica, existe, ya se lo comentó, con la boca pequeña, un jefe de producto de la multinacional japonesa Sony.
Ese mismo pulcro y preparado joven directivo ya se lo había advertido en una de las celebraciones del Sonimag: “todo lo que hoy has visto en la feria, pronto estará en un único dispositivo, todo, fotografía, música, video, correo electrónico, grabación, reproducción… absolutamente todo”.

La realidad, no virtual.
Estamos en 2022 y el chaval que hizo de la música su pasión, es un “boomer” de los pies a la cabeza tal y como se lo recuerdan a la mínima de cambio, sus hijos y/o sobrinos: no me “rayes” con tus “batallitas” de “boomer” le dicen, cuando él solamente pretender recalcar las excelencias del sonido analógico respecto a la ingratitud tecnológica del sonido MP3. Ni tan siquiera sus alabanzas presentes al disco compacto por la recuperación de fondos musicales y discos descatalogados que supuso, son bienvenidas. Porque incluso el disco compacto, señores, inició hace años su decadencia en beneficio de la música en streaming digital, tras tiempos convulsos de piratería y desmadre. Actualmente, el streaming supone ya más del 75% de los ingresos de las grandes discográficas gracias a plataformas como Spotify o Apple Music. Cambio generacional sin lugar a dudas: el smartphone es el nuevo walkman y al “boomer” se le denomina en las redes “el antiguo consumidor de música, ese que aún sigue recurriendo al formato físico ya sea por nostalgia, hábito de consumo y/o simple coleccionismo, ha dado paso a una nueva generación que, en su gran mayoría, consume música principalmente a través del móvil o el ordenador. Y es que si antes buscábamos los mejores equipos de música, ahora el consumidor de música habitual le da mucha más importancia a los altavoces Bluetooth y a las baterías para móvil”.
Aquel aficionado al jazz y a la música progresiva, ahora posee un smartphone que usa más bien poco, pero que le asegura una conectividad permanente con los suyos y con los otros, porque disponer de celular propio, hoy en día es una necesidad. En sus años mozos, cualquier ingenio electrónico como una videocámara, un tocadiscos o un proyector de diapositivas, eran considerados “caprichos”, pero ahora, reunido todo en un único adminículo, se han convertido en una (insisto) necesidad. Eso, al boomer canoso, de nuevo le confunde.

Las novedades del World Mobile Congress.
Un congreso no es una feria, no es un acto popular abierto al público. Nuestro recurrente diccionario de la RAE nos describe el significado de “congreso”: “Conferencia generalmente periódica en que los miembros de una asociación, cuerpo, organismo, profesión, etc., se reúnen para debatir cuestiones previamente fijadas.”
Bajo esta premisa, el Congreso Mundial de Móviles lleva celebrándose anualmente entre Barcelona y l’Hospitalet de Llobregat desde 2006. La cita de 2020 se suspendió por la pandemia, no así la del pasado año 21, cuyas cifras fueron más bien testimoniales. Considerado el más importante evento del mundo en su sector, suele ser el aparador desde donde la industria de las telecomunicaciones presenta sus avances en materia de comunicación global inalámbrica y móvil.
Este año en concreto, las conferencias y sesiones de trabajo han estado centradas en las actividades de esos sectores de la industria que están en expansión, como los productos basados en la conectividad 5G, los últimos desarrollos en cuanto a inteligencia artificial realidad virtual.
A nivel general se intuye en las nuevas gamas de smartphones, un interés creciente por dotarlos de cámaras y ópticas mucho más evolucionadas y precisas, algo que se está traduciendo en un buen número de alianzas entre grandes firmas del sector de la fotografía y de la telefonía móvil.
En este sentido, cabe destacar por ejemplo, un modelo que incorpora una espectacular cámara frontal de 108 megapixels, combinada con un objetivo gran-angular de 8 MP.
Otro aspecto en el que muchos fabricantes trabajan incansablemente, es en el de la reducción del tiempo de carga de las baterías de sus modelos. Las nuevas tecnologías de almacenamiento permiten a algunos modelos recargar el 50% de la batería en apenas 5 minutos, mientras que otros también de gama alta procuran una carga completa en 30 minutos.
Llamó la atención de los asistentes al congreso, un modelo de teléfono móvil que presenta la peculiaridad de que su carcasa está elaborada a partir de un polímero de origen biológico que reduce en un 35% la huella de carbono respecto a otros materiales.
También se colaron en esta edición del WMC, nuevos modelos de ordenador personal (PC). Las posibilidades del tele-trabajo al que nos obligó el confinamiento por la pandemia, ha suscitado un interés renovado por este segmento de la informática portátil. Así, se mostraron equipos tecnológicamente impecables, con procesadores Intel Core de 12ª generación, memoria RAM de 16GB y 512GB de almacenamiento en tamaños muy compactos.
Durante las charlas, presentaciones y debates de este año (60.000 congresistas y más de 500.000 personas que siguieron las retransmisiones on-line) hubo también un generoso tiempo para todo un clásico: las últimas propuestas en inteligencia artificial y robótica aplicada al ocio y al hogar. Pudo conocerse a CyberDog, capacitado para aprender y también a Kime, un camarero electro-mecánico capaz de servir bebidas con eficacia y rapidez y que además puede mantener una conversación básica. Ambos androides son una muestra de los beneficios técnicos y la rápida hiperconectividad del 5G.
Y como colofón, el metaverso, los mundos paralelos, escenarios virtuales en los que crear un avatar propio y experimentar sensaciones cada vez más reales. Fue la coreana SK Telecom quien aportó la propuesta más evolucionada tecnológicamente mediante las características gafas empleadas para disfrutar de la realidad virtual.

Epílogo.
Un camarero de carne y hueso le pregunta a nuestro “boomer” canoso si ha leído “lo del robot de la Telefónica”. Le dice que sí, y que es “una vergüenza, con la que está cayendo en el sector de la hostelería por culpa de la pandemia”. El camarero asiente con energía mientras en el tocadiscos, la cara “A” del LP, ha llegado a su fin. Sonriendo, vuelve a llenarle al “boomer” la jarra de cerveza mientras sentencia: “seguro que nosotros, jamás sufriremos de “nomofobia”…”
NOTA «Nomofobia»: miedo irracional a no tener el móvil o a estar incomunicado de Internet.
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